Con un primer local en 1993, Avellino fue una de las primeras pizzerías a la piedra de Buenos Aires. Su propuesta es un fiel reflejo de la historia de su dueño, Julio Gagliano, quien tiene vasta experiencia en el mercado gastronómico, se desempeñó como técnico de fútbol y proviene de una familia italiana con tradición culinaria. Es por eso que hoy este exitoso local tiene cinco sucursales en Liniers, Mataderos y Villa Luro, con una ambientación que remite a la costumbre futbolera y más de 50 variedades de pizza, elaboradas de forma totalmente artesanal bajo una auténtica receta italiana.
El nombre de la marca alude a la ciudad de Avellino, a 40 km de Nápoles, donde nacieron la madre y la abuela de Julio. Su propuesta también se inspira en un ritual que cada año se llevaba a cabo en la casa de su “nonna”, donde toda la familia cosechaba tomates perita, los trituraban con una máquina especial, embotellaban la salsa resultante con una hoja de albahaca y la pasteurizaban para su correcta conservación durante largos periodos de tiempo. En esa misma casa, surgió el amor por la cocina y, especialmente, por las masas al horno de barro con leña.
Actualmente, todas las sedes de Avellino cuentan con hornos de barro a gas, donde la pizza va directo a la piedra y se saca con grandes espátulas. Para mantener caliente el piso, dejan varias leñas de quebracho, que solo dan ceniza y aportan un distintivo sabor ahumado. Los maestros pizzeros elaboran la masa con una mezcla de harinas especialmente seleccionadas y un levado de 24 horas, logrando pizzas sabrosas y ligeras.
La carta es la misma tanto para salón como para delivery, con una gran variedad de opciones clásicas y muchas otras con sabores fuera de lo común. Entre las primeras, sobresale la Napolitana (con rodajas de tomate y provenzal), la de Jamón y Morrones, la Cuatro Quesos (con muzzarella, queso azul, provolone y parmesano) y la Calabresa (con rodajas de longaniza). Entre las segundas, se sugiere la Pollo al Verdeo (muzzarella, pollo al verdeo y salsa blanca), la Azurri (muzzarella, queso azul, nueces y apio), la Bolognesa (muzzarella y salsa bolognesa casera), La Tana (mozzarella, salsa de tomates, albahaca fresca, tomates secos y aceitunas negras) y La Pancha (mozzarella, salsa de tomates, salchicha alemana y papas pay). También cuentan con un apartado dedicado a las fugazzetas rellenas, donde se encuentra la clásica, una con jamón, otra napolitana, una con cuatro quesos y más.
A esta propuesta, se le suman fainás, empanadas caseras al horno de barro, calzones y canastitas. Al mediodía, únicamente en el local de Villa Luro, también se proponen pastas artesanales, milanesas o supremas con diferentes toppings, tortillas de papa, sándwiches fríos o calientes con ciabatta o pan integral de elaboración propia y contundentes ensaladas.
Para el momento del postre, hay clásicos como mousse de chocolate, flan, budín de pan, Chocotorta, copa helada, almendrado, bombón suizo y cassata tricolor, cheesecake, tiramisú y panacotta de maracuyá.
Todos sus platos se pueden acompañar con el infaltable moscato, aperitivos, vinos tranquilos y espumosos, cervezas tiradas, aguas saborizadas, gaseosas y café.
Un detalle que no pasa desapercibido, es que sus cinco sucursales están decoradas con camisetas de diferentes clubes de fútbol del mundo, firmadas por destacados jugadores. Quizás la más especial sea la que tiene estampado el autógrafo del mismísimo Diego Maradona. Las paredes lucen fotos con futbolistas y técnicos, y la sede de Villa Luro le rinde homenaje a Lionel Messi con un gran mural suyo en el que se lo ve levantando la copa de Qatar 2022 junto con las tres estrellas.