Vinos y Espumantes

Caminos del Vino presenta “Blancos Argentinos 2023″, tendencias y perspectivas

Todos los informes y estudios del sector vitivinícola confirman el continuo crecimiento en el consumo, la oferta y la calidad de los vinos blancos argentinos. Para dilucidar cuáles son las tendencias y las apuestas de las bodegas en las distintas regiones de nuestro país, Caminos del Vino -proyecto dirigido por el comunicador y emprendedor mendocino Jorge Cabrera– organizó la primera edición de Blancos Argentinos – Degustación Técnica 2023.

El encuentro congregó a 84 enólogos referentes de todo el país, quienes realizaron una cata técnica de vinos blancos, elaborados en las principales zonas vitivinícolas de Argentina, abarcando desde la región cuyana, con Mendoza y San Juan como grandes exponentes, pasando por el Norte argentino hasta la flamante zona central y la prolífica Patagonia.

El nivel, variedad y complejidad de los ejemplares citados por los especialistas dio cuenta de las bondades y la potencialidad de los vinos blancos argentinos, un hecho que queda comprobado tanto por el incremento en la cantidad de consumidores argentinos que se están volviendo a volcar a experimentar con estas cepas, como por el entusiasmo de las bodegas que lanzan al mercado novedosos blends y varietales de altísima calidad. En este sentido, los expertos convocados a la degustación coinciden en afirmar que la Argentina vive una verdadera revolución de los blancos.

Aromas intensos del Norte

En la región norte, que abarca Salta, Jujuy, Tucumán y Catamarca, los blancos son amables al paladar y frutales, con personalidad e intensidad aromática. En líneas generales, la región se caracteriza por la gran diversidad de suelos, la altura, la intensa exposición solar y la gran amplitud térmica, siendo el Torrontés el principal exponente. También se destacan el Chardonnay, Sauvignon Blanc y Viognier.

Los enólogos convocados para la cata técnica por Caminos del vino degustaron blancos de distintos terroirs norteños, como los de los valles templados jujeños con sus características tan particulares. Los elaborados en Monterrico -un terroir ubicado a 800 msnm y de clima tropical, donde las principales variedades blancas plantadas son Sauvignon Blanc, Torrontés y Chardonnay-, alcanzan una muy buena expresión. Para los enólogos, se trata de una zona con un potencial enorme en lo que respecta a vinos jóvenes, muy frescos y fáciles de tomar, con mucha acidez y un pH muy bajo. También apuestan por los vinos base para espumantes, ya que los niveles de azúcar que se alcanzan son bajos.

Los blancos de la Quebrada de Humahuaca, en tanto, poseen otras características distintivas, algo que se observó claramente en los aromas del Sauvignon Blanc. Esta zona también se presta para blancos de cosecha tardía.

Mendoza, sinónimo de variedad y calidad

Los blancos de la región cuyana pueden ir desde los frutales y livianos hasta los de gran concentración aromática. El enorme abanico de opciones tiene que ver con la diversidad de suelos y microclimas que ofrece la región. Entre las variedades más representativas se destacan Chardonnay, Semillón, Pedro Jiménez y Ugni Blanc.

Uno de los terroirs más significativos de la región cuyana es Agrelo, en Luján de Cuyo. Este 2023, las bodegas de esa zona llegaron a cosechar un poco antes, con muy buena sanidad y expresividad.

Si bien la región de Agrelo siempre ha sido identificada con las tintas, especialmente con el Malbec, lo cierto es que la altura y los suelos profundos y con nutrientes también resultan aptos para las variedades blancas si se hace un buen trabajo desde el viñedo. De hecho, la cata técnica incluyó un Chenin Blanc originario de esta región, muy particular y de aromas delicados. Se trata de una uva poco utilizada como vino varietal ya que mayormente se la usa como base de espumantes, pero trabajada desde el viñedo se tradujo en un ejemplar con mucha elegancia, suave, delicado y de equilibrada acidez.

Los suelos profundos de Agrelo también resultan especialmente ideales para el Sauvignon Blanc: la planta puede explorar bien con sus raíces y tener una buena canopia para proteger a la uva del sol. De ese modo, logra conservar las notas más herbáceas o pirazínicas propias de la cepa, lo cual deriva en vinos mucho más frescos.

Por su parte, los Chardonnay de Gualtallary, Tupungato, logran una expresión un tanto más salvaje, con tensión en la acidez y, a la vez, con rica fruta. En este punto, los enólogos destacaron el rol del terroir y el clima: la piedra, la mineralidad y la amplitud térmica que favorece la madurez y la concentración de la fruta permiten que se exprese mucho mejor la acidez.

En el Valle de Uco mendocino se obtienen blancos frescos, de aromas intensos -a frutos cítricos, especiados o florales- y de muy buena acidez natural. Son vinos complejos y, en algunos casos, como los Chardonnay de las zonas altas (Gualtallary, Vista Flores y Altamira) con potencial de guarda.

En tanto, la IG Los Chacayes es una zona más fría, que va de los 1100 a los 1600 msnm y de gran amplitud térmica, algo fundamental cuando se trata de uvas blancas. Estas características de la zona, permiten conservar la acidez de los blancos de manera natural y que realmente las uvas maduren de forma casi perfecta. El abanico de blancas que allí se cultivan es enorme y los resultados obtenidos, excelentes. Además del Torrontés y el Chardonnay, se destacan especialmente las variedades mediterráneas, como la Viognier y la Marsanne.

Blancos de los valles sanjuaninos

Ubicado al Sur de la provincia de San Juan, el Valle de Pedernal está entre 1200 y 1400 msnm, y posee temperaturas similares a las de la Patagonia. La conjunción del clima frío con la gran irradiación solar y el suelo calcáreo deriva en vinos muy interesantes, y en cuanto a los blancos, los enólogos consideran que aún queda mucho por descubrir.

Si bien en esta región sanjuanina se cultivan mayormente tintas, no pocas variedades blancas están siendo estudiadas de cerca. De hecho, los blancos provenientes del Valle de Pedernal tienen esa columna vertebral de acidez y de potencial de guarda. Por eso, las bodegas comienzan a experimentar con procesos de estiba.

El de Tulum es uno de los valles con más diversidad de blancas de la región. Entre las de mayor producción, se destacan las variedades Chardonnay, Torrontés, Pedro Jiménez y Sauvignon Blanc. Algunas bodegas también trabajan en la elaboración de blanc de blancs (mix que admite la presencia de tintas en el proceso de elaboración). Por caso, se presentó un blanco de Bonarda proveniente de Tulum que da cuenta de la tendencia innovadora en la vitivinicultura sanjuanina, que incluye proyectos disruptivos y nuevos varietales que buscan sacar el potencial máximo del terroir más amplio y caluroso de la provincia, con una gran potencialidad.

En el marco de la cata de blancos, los enólogos conversaron sobre la elaboración de blends con variedades de distintos terroirs de San Juan. Una apuesta es el que se elaborará a partir de varietales de los valles de Tulum, Pedernal y Calingasta, un mix de Sauvignon Blanc de Pedernal, Torrontés Sanjuanino y Semillón del Valle de Tulum. ¿El objetivo? Un corte con algo de madera, la frescura y la acidez de Valle de Pedernal y la fruta y la expresión de Tulum.

La inmejorable frescura patagónica

En lo que respecta a los blancos patagónicos se destaca el Semillón, que da vinos de una expresividad aromática compleja, refinados y balanceados. También se elaboran excelentes Sauvignon Blanc y Chardonnay de aroma frutal, de buen cuerpo y armónicos.

Los blancos de General Fernández Oro, en Río Negro, vienen mostrando una evolución interesante. Son vinos con un tenor alcohólico relativamente bajo, frescos, de color amarillo verdoso, con muy buena acidez natural, y que ahora se presentan más complejos a partir del trabajo en bodega con vasijas de acero inoxidable y barricas de roble francés y americano. La apuesta de las bodegas rionegrinas es por blancos refrescantes, con buen volumen en boca, con carácter y muy tomables.

Chubut se presenta como nueva provincia vitivinícola, con una historia que comenzó a principios del milenio y se reforzó en 2010 a partir del establecimiento de pequeños productores que proyectaron sus sueños de pioneros en la producción vitícola y enológica con idealismo y constancia, y con la familia como pilar principal de sus emprendimientos. Se trata de proyectos que fusionan lo público y lo privado a partir del apoyo de instituciones provinciales y nacionales. Los resultados de este modelo productivo vienen siendo sorprendentes.

Las bodegas chubutenses exhibieron sus blancos tan extremos en sus características como aromáticos y ácidos en su esencia. La provincia presenta amplias variedades climáticas y edáficas desde el Oeste, con la imponente Cordillera de los Andes, hasta la costa, con su influencia oceánica. En ese recorrido, se impone también la meseta con su clima extremo de gran amplitud térmica y suelos con características volcánicas que les otorga identidad a los vinos. Está diversidad geográfica colabora en el desarrollo de blancos de una imponente acidez natural, vibrantes y elegantes, con aromas a flores blancas y frutas cítricas.

Las variedades de la zona central

Si hablamos de la región central, donde las sierras y llanuras onduladas dominan el paisaje, las blancas que mejor se dan son Sauvignon Blanc y Chardonnay que dan vida a vinos frescos y elegantes, aunque también se produce Glera, Riesling, Albariño y Moscato Giallo, con las características que le aporta el clima húmedo y ventoso y la baja amplitud térmica.

Gustos que marcan tendencia

Para hablar de tendencias es necesario repasar la historia de los blancos en la Argentina. En este sentido, cabe recordar que hasta finales de la década del 80, en nuestro país se producían más uvas blancas que tintas. Esto estaba vinculado con el consumo hogareño, especialmente dominado por cortes de Semillón y Chenin Blanc, elaborados como vinos secos. Más tarde, hacia finales de los 80, se inició el auge de las tintas, con el Malbec como punta de lanza y con fuerte presencia de la madera. Paralelamente, comenzó a plantarse Chardonnay y otras blancas con el foco puesto en la calidad.

En los últimos años se viene observando una tendencia creciente en el consumo de vino blanco y rosado. Es que el clima cada vez más cálido lleva a los consumidores a buscar vinos refrescantes, livianos, delicados y sutiles. Con ese objetivo, hoy las bodegas rescatan viñedos históricos al tiempo que introducen nuevas cepas e investigan nuevas regiones y técnicas apostando a la diversidad y los vinos de alta gama.

En ese contexto, la gran variedad de suelos y climas que ofrece la Argentina se viene traduciendo en grandes ejemplares con características muy diferentes provenientes de las distintas regiones. Los trabajos en el viñedo y la bodega se complejizan buscando estilos de lo más variados al punto que nuestro país actualmente produce blancos para todos los tipos de consumidores.

En lo que respecta al Chardonnay, la tendencia es a vinos con más fruta, más complejos y sin tanta madera porque el consumidor busca más frescura. Cuando se trata de vinos de reserva, el objetivo es que la madera se amalgame bien con el corte y que esté integrada.

Los bodegueros observan con entusiasmo un cambio en la sociedad que se torna cada vez más disruptiva, más abierta a probar productos novedosos. Esto viene llevando a los enólogos a elaborar blancos con baja graduación alcohólica, así como espumantes y vermuts a base de blancos, perfectos para la elaboración de tragos. Y también hay un público, dominado por los jóvenes, que se vuelca a los blancos dulces.

Como corolario del encuentro organizado por Caminos del Vino, resulta evidente que aún queda mucho por explorar y probar cuando se trata de vinos blancos. Y los productores tienen claro que lo que nos sacó al mundo como país vitivinícola y nos abrió puertas ha sido la calidad. El trabajo consciente en ese sentido es lo que hoy les permite afirmar que la Argentina no tiene un techo en el corto plazo en lo que respecta a la elaboración de blancos y a asegurar que este es apenas el comienzo.