“Estamos invitados a tomar el té….” comienza diciendo una de las más famosas canciones de María Elena Walsh. Y recrea de manera lúdica una de las ceremonias más practicadas, que atraviesa naciones y siglos. Un legado cultural que aún continúa vigente.
El té es la bebida más popular del mundo, después del agua. El arte de preparar té nació hace más de 5000 años durante la dinastía Shang en China. Hoy en día, se produce en diversas regiones del mundo como Sri Lanka, India, Kenia, China, Corea, Japón, entre otros.
Según cuenta la leyenda, el emperador Shen Nung, por cuestiones de salud tomaba únicamente agua hervida. En una oportunidad, mientras se calentaba un poco de agua, una fuerte brisa depositó algunas hojas en el interior del recipiente, preparando así la primera infusión de té. Shen Nung habría quedado fascinado con la tintura del agua, el perfume y el sabor de la bebida.
Obtención y elaboración
El té se obtiene de una única planta llamada Camellia Sinensis. “Existen diversas variedades de té que se diferencian, según la técnica de oxidación y fermentación aplicada para su elaboración. Así podemos obtener desde Té Blanco, Té Verde, Té Pu erh (rojo), Té Oolong y hasta el conocido Té Negro”, explica Camila Romeo, Licenciada en Nutrición (MN 10570) miembro del Departamento de Nutrición de New Garden –principal cadena de tiendas de alimentos naturales de Argentina-.
¿Cuál es el proceso de elaboración del té? El primer paso es la cosecha. Ésta se puede realizar de manera manual o mecánica, obteniéndose en la primera una mejor calidad. Luego se realiza el marchitado que consiste en el secado de las hojas al sol o en aire caliente, paso necesario para reducir la humedad de las mismas. Se continúa con el proceso de enrollamiento de la hoja. Este método cambia según el tipo de té que se quiera producir.
El siguiente paso es la oxidación, en donde las hebras del té se ponen en contacto con el oxígeno, y de esta manera, comienzan a oscurecerse. El tiempo de oxidación va a depender del tipo de té que se quiera obtener.
El último paso es el secado y es el que pone fin a la oxidación. Este proceso garantiza la conservación del té.